El concepto de lavado de cerebro fue acuñado en 1951 por Hunter, un agente de la Central Intelligence Agency (CIA), para referirse a uno de los métodos de control de conductas. Este origen y su uso también por movimiento religiosos a finales de los setenta, provoca que la academia evitara durante largo tiempo su utilización.
Una de las definiciones a este concepto la aporta la psiquiatra experta en sexualidad humana, Virgina A. Sadock, quien lo define como una técnica que se apoya tanto en la coerción física como metal. Entiende la autora que todas las personas son vulnerables al lavado de cerebro si son expuestas durante el tiempo suficiente, están solas y sin apoyos y se encuentran sin esperanza de escapar de esa situación.
VIRGINIA. A. SADOCK |
En la actualidad el lavado de cerebro se encuentra incluido dentro de los llamados “trastornos disociativos de otra manera no especificados (NOS) incluidos en el DSM-IV-TR. Critica Antonio Escudero Nasf junto a otros autores, que esto, más que dar cuenta de un fenómeno, lo elude al tiempo que lo contempla. Añaden estos investigadores que la devaluación académica de este concepto junto con su confusión con el concepto de persuasión coercitiva ha podido determinar que ambos términos no hayan sido estudiados en profundidad como un modelo explicativo del mantenimiento de situaciones de maltrato[1].
Bibliografía
Nafs, A. E., Usaola, C. p., Gironés, M. L., & L. A.
(julio/septiembre de 2005). La persuasión coercitiva, modelo explicativo del
mantenimiento de las mujeres en una situación de violencia de género. I: Las
estrategias de la violencia. Revista de la Asociación española de
neuropsiquiatría, XXV(95), 58-117.